Madrid no fue la primera ciudad en ser bombardeada y sitiada. Pero en 1936 fue la primera gran ciudad en la que se llevó a la práctica el bombardeo sistemático como forma de estrategia militar. “Un pueblo bombardeado hoy como lo fue ayer, que sabe que volverá a ser bombardeado mañana y no vislumbra el final de su martirio, a la larga, está condenado a pedir la paz”, escribió en 1928 el estratega italiano Giulio Douhet. Unas ideas que se tradujeron al alemán y que 8 años después pusieron en práctica en Madrid la Aviazione Legionaria de la Italia fascista, la Legión Cóndor nazi y el ejército golpista que lideró Francisco Franco.
El jefe de los Servicios del Aire de los sublevados, Alfredo Kindelán, reconoció que esa era la teoría que les empujó a bombardear a sus compatriotas, “un ensayo de actuación desmoralizadora de la población”. Pero como afirmó el militar desleal a la República “más que desmoralizarla contribuyeron a enfurecerla y lograron que una gran masa, indiferente al principio, odiara la causa nacional”. Tras tres años de destrucción, la ciudad cayó en manos de sus sitiadores y los bombardeos pasaron al olvido. Cuando hablamos de ciudades sitiadas y bombardeadas, pocas veces pensamos en Madrid.
Este es el marco teórico e histórico que condujo a los bombardeos de Madrid y que recoge el libro Madrid bombardeado (Cátedra). Un volumen creado por los arquitectos Enrique Bordes y Luis de Sobrón que precisamente rescata del olvido ese Madrid castigado por los bombardeos. Han documentado y creado la cartografía del Madrid bombardeado. El libro se acompaña con un detallado mapa de todos los lugares donde hay constancia documental de que cayó una bomba, bien desde el aire, o bien desde la Casa de Campo, donde estaba apostada la artillería del ejército sublevado.
Dando un paseo con estos arquitectos por la zona de Puerta del Sol, un guía turístico de Madrid reconoce el mapa de los bombardeos. “Yo hago una ruta sobre la Guerra Civil y he usado vuestro mapa. No os podéis imaginar lo bien que me ha venido. La gente alucina. Habéis hecho un trabajo espectacular”, les dice a los autores. “La gente que descubre el Madrid bombardeado se sorprende, porque es una historia que nadie te cuenta. Si los propios madrileños no tienen ni idea, imagínate los que vienen de fuera”, afirma Bordes.
Estamos con ellos en el comienzo de la calle Alcalá, ahí hay una calle perpendicular «sin sentido», dicen con su mirada urbanística. Se llama paseo de la Caja de Ahorros y no es un mal diseño de la capital, es una cicatriz de la Guerra Civil, toda una manzana de edificios que desapareció en varios bombardeos. Se reconstruyó, pero dejaron ese espacio en el que nada indica que se debe a la Guerra Civil, es una de tantas cicatrices invisibles del Madrid bombardeado.
La memoria de las ciudades está muy vinculada a su devenir histórico. Enrique Bordes pone el ejemplo del bombardeo de Dresde. “Cayó del lado soviético y la RDA generó cierta memoria, en clave de bloques de la Guerra Fría, porque la ciudad fue bombardeada por los aliados”, afirma. “Siempre hay intencionalidad política en la memoria o en su ausencia”.
“El bombardeo de Madrid pasa al olvido porque Franco construye un relato de victoria. En la parte de Moncloa, donde estaba la cárcel Modelo, ahí se reescribe una nueva ciudad y una nueva lectura de lo que ocurrió”, mantiene Bordes. “No es casualidad que el Arco del Triunfo se construyera en Moncloa”- asegura Luis de Sobrón. “Por ahí es por donde pretendían entrar las tropas franquistas a tomar la ciudad”. Es en la zona de Argüelles donde se destruyen más edificios, por su cercanía con el frente de la Casa de Campo. “En esa zona hay imágenes que se pueden confundir con el Berlín del 45”.
El mapa de estos arquitectos constata, visualmente, que la zona del barrio de Salamanca se había evitado en los bombardeos. “Es algo que se ha dicho muchas veces, pero hasta que no lo hemos visto sobre el plano no podíamos asegurarlo. Toda la ciudad estaba amenazada, porque también cayeron obuses en el barrio de Salamanca, “pero fueron muchísimas menos. En este barrio, además de haber gente que apoyaba a los insurrectos, estaban las embajadas”, apunta Bordes. “De hecho muchas familias de Argüelles fueron realojadas en casas del barrio de Salamanca, en casas de huidos y en casas grandes que les requisaron espacio para colocar a los evacuados”, afirma De Sobrón.
En sus registros han localizado 2.203 edificios afectados por las bombas. Su investigación la han extraído de cuatro fuentes diferentes. Los registros de los bomberos donde anotaban sus salidas; los listados de la policía urbana, que acudía a los siniestros; la documentación que se ha conservado de los arquitectos que trabajan con el Ayuntamiento, que durante la guerra crearon las brigadas de socorro que analizar los edificios afectados por bombas para comprobar su seguridad y, por último, la documentación gráfica de los fotorreporteros. “Los notarios gráficos del desastre que estaba ocurriendo”, asegura De Sobrón.
Pero según mantienen en su libro, la gran parte de los impactos no se han podido localizar, la Oficina de Estudios Técnicos del ayuntamiento cifra en 3.543 los edificios afectados en diferente grado. Los bomberos tienen anotadas más de 6.000 salidas en 1937. Pero la ambición de estos arquitectos era georreferenciar los impactos de las bombas y eso es lo que recupera su mapa: todos los puntos donde hay constancia, en las calles y edificios de Madrid, de que cayera una bomba franquista.
Artículo publicado originalmente en El Independiente. Puedes leer el original clicando en este enlace.
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