Desde octubre de 2016, el lunes más próximo al 15 de octubre, festividad de Santa Teresa de Jesús, se celebra en España el Día de las Escritoras. Un día para recuperar el legado de las mujeres escritoras, hacer visible su trabajo y combatir siglos de discriminación literaria.
La Biblioteca Nacional de España, en colaboración con la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias y con la Asociación Clásicas y Modernas, se ocupa de la organización de esta iniciativa. Esta quinta edición, cuyo tema es El esfuerzo cotidiano de las mujeres, cuenta con el comisariado de la escritora Elvira Lindo.
Desde Ediciones Cátedra queremos sumarnos a esta celebración y os recordamos algunas de las escritoras que forman parte de nuestro catálogo, con un pequeño recorrido histórico-literario.
María de Zayas y Sotomayor vivió en la primera mitad del siglo XVII. La autora se dio a conocer primero como poeta, pero sus novelas aportaron una nueva perspectiva al género y declaran una disidencia con la ideología que lo informa. La perspectiva femenina, el deseo de defender el buen nombre de las mujeres y advertirlas de los engaños masculinos son rasgos que aporta su obra. Defendió el derecho de la mujer a la cultura y a desempeñar cargos de responsabilidad.
La vida de sor Juana Inés de la Cruz estuvo llena de paradojas: nacida en la Nueva España, hija de una madre analfabeta, se encerraba por horas en una biblioteca durante su infancia; gozó de fama y publicidad en la corte virreinal, donde se codeó con los más poderosos; fue una exégeta de la Biblia, si bien en su tiempo la teología estaba reservada al sexo masculino; inclinada a las letras humanas, los hombres de Iglesia más prominentes de México le recordaron con insistencia que su obligación era obedecer y vivir como buena esposa de Cristo. Sor Juana encarnó en su siglo la libertad intelectual y una forma extraordinaria de ser mujer. Una biografía y algunas de sus obras que forman parte de nuestro catálogo muestran el complejo y diversificado contexto cultural que hizo posible que sor Juana fuese censurada y, a la vez, ampliamente celebrada.
El fulgurante éxito internacional de Frankenstein ha eclipsado en parte la meritoria obra de Mary Shelley. Su novela Mathilda, que tuvo que esperar ciento cuarenta años para ver la luz, es un relato sin duda marcadamente biográfico, que cuenta el lado oscuro de la historia de la propia escritora, fiel a la teoría romántica de que el mejor modo de expresar las pasiones es experimentarlas. Novela melancólica por antonomasia, Mathilda explora la naturaleza del pesar, del poder del amor, de la destrucción como consecuencia de desafiar a la naturaleza, del perverso poder del deseo.
Las hermanas Brontë edificaron su literatura en medio del silencio opresivo y la rígida austeridad de una rectoral. El volumen Las Brontë, publicado en la colección Bibliotheca Aurea, nos permite leer en paralelo las novelas de Charlotte, Emily y Anne Brontë. De algún modo se percibe el denominador común del genio familiar y algunos de los rasgos de la sociedad de la época, pero también la personalidad de cada una de ellas. En 1847, fecha de la aparición de las tres novelas que reúne el volumen (Jane Eyre, Cumbres borrascosas y Agnes Grey), Dickens ya había escrito media docena de sus grandes obras. Baste el dato para apreciar la originalidad, el lirismo turbador, el paisaje hostil de páramos y ruinas, los amores devastadores, la borrascosa isla literaria, en fin, que hicieron emerger las tres hermanas en medio del apacible realismo de la novela inglesa del siglo XIX.
En la obra de Emilia Pardo Bazán encontramos un testimonio incomparable de las diferencias que existían entre los hombres y las mujeres a finales del siglo XIX. Observadora inteligente y audaz, doña Emilia fue testigo excepcional de una sociedad que recelaba de cualquier intento que hiciera una mujer por escapar de su papel preestablecido. Aunque ella logró triunfar en una actividad que se consideraba de hombres, su denuncia no es victimista, sino que plantea las diferentes vías y expectativas que la sociedad ofrece a las mujeres para desarrollar su personalidad, y las exigencias que gravitan sobre cada sexo. Su estilo accesible y ameno hace que la lectura de cualquiera de sus novelas y escritos ensayísticos se convierta en motivo de verdadero disfrute.
Carmen Laforet, en 1944, con tan solo veintitrés años, ganó el Premio Nadal con Nada, una novela de llegada, donde el personaje central se presenta en un mundo que no es el suyo y cuyo conocimiento le va defraudando progresivamente, porque no es como lo esperaba. Nada resplandece más allá del ámbito que acompañó su aparición, la España de la inmediata posguerra, y deja revelar poco a poco poderes ocultos: la incurable herida de vivir en un mundo que la protagonista no comprende.
La voz narradora de Ana María Matute sabe adentrarse en el alma del niño, con cuyas inquietudes e ilusiones se solidariza. La cosmovisión de sus cuentos está teñida del candor y la sorpresa que armonizan perfectamente con la visión imaginativa de la infancia. En Historias de la Artámila, los protagonistas son niños o adolescentes que se resisten a entrar en el mundo de los adultos. En Los niños tontos, el adjetivo "tontos" está destinado a los niños mejores, a los distintos o a los precozmente destinados al sufrimiento.
¡Muchas otras os esperan!
share